El camarada Kim Il Sung es líder
eterno de nuestro partido y pueblo

Tesis publicada con motivo del centenario del
natalicio del camarada Kim Il Sung

20 de abril de 2012           

Kim Jong Un     


    El centenario del nacimiento del gran Líder, camarada Kim Il Sung, fue celebrado por nuestro pueblo y otros progresistas del mundo con profunda significación y solemnidad, como suprema fiesta revolucionaria de la nación y gran acontecimiento de toda la humanidad.
    Fue una manifestación del fervoroso sentimiento de veneración y el sublime deber moral de nuestro pueblo hacia el Líder paternal, así como devino un magno festival político en el que todos los pueblos enaltecieron los cien años de la historia de la Corea de Juche.
    Mediante sus actividades exhibimos la férrea voluntad y convicción de ensalzar a Kim Il Sung como eterno Líder de nuestro Partido y pueblo, además del ímpetu revolucionario con que todos los militares y civiles se han alzado resueltamente para alcanzar el triunfo definitivo, en acato al llamamiento del Partido.
    Enaltecer como tal a Kim Il Sung, a quien rinden respeto toda la nación y el mundo entero, constituye la mayor gloria y orgullo de nuestro pueblo y la dicha de todas las generaciones venideras.
    A nuestro Partido, ejército y pueblo les corresponde perpetuarlo como Sol de Juche y llevar a feliz término su sagrada causa revolucionaria.

1

    El gran camarada Kim Il Sung es el líder más destacado y la figura más eminente del siglo XX, época de transformaciones revolucionarias jamás conocidas por la humanidad en la lucha de las masas populares por la independencia y de encarnizada confrontación entre el progreso y la reacción, entre el socialismo y el imperialismo. Esta turbulenta etapa registra en sus anales a muchos políticos y personalidades renombrados que dejaron sus huellas en la causa de las masas populares para forjar el destino y en la historia de la política mundial. Pero ninguno fue un líder tan excelente, un patriota tan eminente y un revolucionario tan grandioso como Kim Il Sung, quien desde que tuviera unos diez años hasta sus más de ochenta años de edad gozó del apoyo y confianza absolutos del pueblo gracias a su destacada idea y orientación y nobles virtudes, factor importante que le permitió engalanar la centuria con el triunfo de la causa por la independencia antimperialista y la causa socialista. El siglo XX fue, sin lugar a dudas, la centuria de Kim Il Sung que resplandece por sus sempiternas proezas y cualidades de gran hombre.
    Es un líder más sobresaliente y veterano político que dejó imperecederas hazañas para la patria, el pueblo, la época y la revolución, con profundas ideas y teorías, singular capacidad de mando y prácticas revolucionarias de gran envergadura.
    Gran líder del pueblo, presentó a las masas oprimidas y humilladas como protagonistas de la historia y elevó como nunca antes su dignidad y valor.
    Sagrada fue toda su vida, pues tuvo como máxima Iminwichon (considerar al pueblo como el cielo), la reflejó en las ideas y la dirección y la llevó a la práctica. Siempre tenía al pueblo por su maestro y él mismo se consideraba su hijo leal. Comenzó las actividades revolucionarias adentrándose en él, siempre lo tuvo por su base y logró que todo su proceso revolucionario obedeciera a defender y verificar la independencia de las masas. Reflejó al pie de la letra sus exigencias y aspiración a la independencia en las ideas, teorías, líneas y política, formulando así guías de carácter más revolucionario y científico que facilitan la comprensión del pueblo y que le iluminan el verdadero camino para allanar el destino.
    Tuvo como credo el principio de que las masas populares son artífices de la revolución y su construcción y poseen la fuerza capaz de impulsarlas. De ahí que él estuviera a toda hora entre ellas y movilizara su inagotable fuerza y creatividad para resolver todos los asuntos a favor de sus exigencias e intereses.
    La entrega total y la plena confianza depositada por él en el pueblo fueron recetas mágicas que lo ayudaron a cosechar sucesivas victorias en la lucha revolucionaria y la labor de construcción, superando las pruebas inauditas. Al confiar y apoyarse firmemente en él, abrió la nueva era de la revolución jucheana, impulsando a la vez las grandiosas obras como crear la idea rectora de la revolución, constituir la organización vanguardia, fundar el ejército y concienciar y organizar a las masas, así como logró victorias consecutivas en varias fases de la difícil y compleja lucha revolucionaria y la labor de construcción, sin caer en ningún error de lineamiento o fiasco.
    La indestructible potencia socialista que se ha levantado en este territorio y la triunfante causa revolucionaria de Juche constituyen valiosos frutos de la planta que el Líder sembrara y cultivara durante toda la vida en un terreno que se llama pueblo. Gracias a él, hoy vivimos la era de Juche, una nueva época de la historia en que las otrora marginadas masas populares ocupan el centro de la época y la historia y forjan el destino por su propia cuenta.
    Kim Il Sung es un extraordinario y probado guía de la revolución que, al asegurarle a esta victoria tras victoria bajo la bandera de la independencia, supo renovar y acicalar la historia contemporánea.
    En toda su existencia como revolucionario tuvo la independencia como un credo y una fórmula y la puso en práctica. Ya en los primeros momentos de sus actividades dilucidó con una clarividencia nada común la verdad de la revolución de que la independencia le da vida a las masas populares, al país y a la nación y que en este sentido es preciso rechazar el servilismo a las grandes potencias y el dogmatismo y hacer la revolución de manera independiente y creadora. Que él haya enarbolado antes que nadie la bandera de la independencia y partiendo de ella haya formulado el principio y el método revolucionarios para luego plasmarlos en la realidad, constituye un acontecimiento trascendental en la historia de las ideologías de la humanidad y de la lucha revolucionaria de las masas populares.
    La revolución coreana se ha caracterizado por una cruenta lucha política y clasista contra el imperialismo, la dominación, el servilismo, el dogmatismo y el revisionismo, así como por un batallar sin precedentes en su complejidad y arduidad, imposible de vencer con las fórmulas y métodos convencionales. Al separarse decididamente del servilismo y el dogmatismo que mancillaban el pasado de la nación, el Líder asumió la independencia como fuente de su existencia a lo largo de su dirección de la revolución y solucionó a nuestra manera todos los problemas que enfrentaban la lucha revolucionaria y la labor de la construcción conforme a la demanda de la revolución, los intereses del pueblo y la realidad del país. Manteniendo invariable el principio de la independencia, preparó el sujeto poderoso de la revolución, frustró todas las ofensivas contrarrevolucionarias de los imperialistas y reaccionarios y las intervenciones de los oportunistas de izquierda y derecha, y condujo al triunfo las dos guerras y restauraciones, las dos etapas de la revolución social y la construcción socialista. A base de ese principio, desarrolló ininterrumpidamente las relaciones con partidos y países extranjeros, contribución sustancial a elevar el prestigio de nuestro Partido y Estado en la arena internacional, a la causa de la independencia antimperialista y a la causa socialista.
    Con su gran práctica revolucionaria comprobó que la independencia significa la justicia de la historia, el triunfo de la revolución y el fundamento para el desarrollo imparcial de las relaciones internacionales, encauzó por esa vía el curso de la historia del siglo XX y deparó una nueva era en que las masas populares, libres de la dominación y subyugación, hacen la revolución de su propio país de modo independiente.
    Grande fue su determinación de sostener en alto la bandera de la independencia en un siglo predominado por el servilismo, el dogmatismo y la hegemonía, pero aún más portentosa fue para la historia de la política contemporánea la práctica revolucionaria con que impulsó audazmente nuestra causa revolucionaria, sin renunciar jamás la actitud independiente en aquellos tiempos tenebrosos en que eran harto frecuentes las coacciones y arbitrariedades de los imperialistas y otras fuerzas dominantes.
    Hoy la independencia simboliza las excelentes cualidades de nuestro Líder y ha devenido un término de la actualidad que alaba su sagrada vida y sempiternas hazañas.
    Kim Il Sung es el invencible comandante de acero y genio del arte militar quien, valiéndose de las armas, emprendió nuestra revolución y la condujo al triunfo.
    En todo el transcurso de su lucha revolucionaria que incluye las dos guerras, nuestro pueblo ha estado en un permanente enfrentamiento a muerte con las fuerzas agresivas del imperialismo. Nuestro Líder presentó tempranamente las originales ideas y teorías militares y a lo largo de su vida dedicó ingentes esfuerzos al fortalecimiento de las fuerzas armadas revolucionarias, cosechando siempre las victorias en las ensangrentadas batallas y cruentas confrontaciones con el imperialismo. En la pasada contienda antijaponesa y la Guerra de Liberación de la Patria, derrotó con la superioridad política, ideológica, estratégica y táctica a las potencias imperialistas que llevaban gran ventaja en el número de efectivos y en la técnica, por lo cual fue objeto de gran admiración y respeto por parte de la humanidad que lo calificó genial comandante de acero, destacado estratega militar y símbolo de la victoria en la lucha antimperialista.
    La humanidad no conoce a un comandante tan extraordinario, a un general-líder versado tanto en el arte militar como en las letras, pues nuestro Líder, siempre con las armas de la revolución en las manos, logró victorias consecutivas en la avanzada de la lucha antimperialista, haciendo gala de su singular estrategia y arte de mando.
    Kim Il Sung es un gran revolucionario y un gran hombre con los rasgos infinitamente nobles. Por sus cualidades como revolucionario y como ser humano se le considera el mejor de todos los grandes hombres.
    Fue un gran revolucionario quien, con gran abnegación a la causa revolucionaria, se consagró por entero al triunfo de la revolución. Desde que emprendiera el camino de la revolución sufrió inenarrables penas y tristezas como ningún otro ser humano. Con todo, en ese largo decurso no pensó más que en la revolución y dedicó todo lo suyo en aras de su triunfo. Nunca se permitió un buen descanso y aun cuando tenía más de ochenta años no dejó de visitar fábricas y granjas. El mundo no conoce a otro gran revolucionario tan consagrado a la revolución y al pueblo como nuestro Líder, quien hasta en los últimos momentos de la vida hizo esfuerzos sobrehumanos para concluir sus tareas de forma intachable y que falleció mientras trabajaba en la oficina.
    Poseía el más inquebrantable credo, voluntad y coraje. Una mirada retrospectiva nos permite percatarnos de que el imperialismo jamás ha dejado de presionar y amenazar militarmente a nuestra República y que nuestra revolución ha tenido que superar muchos grandes obstáculos. Firmemente convencido de que la victoria es nuestra mientras existen el Partido, Poder, ejército y pueblo y con el gran valor del que encuentra la salida aunque el cielo se le viene abajo, el Líder desafió cada una de esas pruebas, convirtiendo la situación desfavorable en la favorable, la desgracia en dicha, y logrando victoria tras victoria.
    Fue la máxima expresión de la camaradería revolucionaria. Partiendo de la gran verdad de que la revolución es conseguir compañeros y viceversa, inició con dicha labor la lucha revolucionaria y en ese proceso creó la más bella historia de la camaradería revolucionaria. En sus prolongadas actividades revolucionarias protegió a todos con quienes estableció la relación de compañeros, asumiendo plena responsabilidad de su destino y porvenir. De esta manera acogió en su regazo a miles y miles de combatientes revolucionarios, depositándoles gran confianza y dándoles gran muestra de afecto. En virtud de este sentimiento infinitamente noble, la revolución coreana contaba ya en su etapa incipiente con una tropa de revolucionarios de nuevo tipo, enlazados entre sí por el gran amor y obligación moral. Sustentada del sublime compañerismo del Líder, toda la sociedad se ha convertido hoy en un mundo de camaradas que comparten una misma idea en torno a su líder. La sagrada historia revolucionaria de este guarda una estrecha relación con el compañerismo, sentimiento que ciertamente le dio inicio y la impulsó victoriosamente.
    Kim Il Sung fue un gran hombre que encarnaba las nobles cualidades y virtudes.
    Dotado de un ardiente amor al hombre, gran modestia y sencillez, trató y atendió cordialmente al pueblo. Lo llamaban tigre del monte Paektu por el miedo que infundía al enemigo, pero para el pueblo era como un padre afectuoso en sumo grado. Cuando hablaba con los niños comprendía perfectamente sus sentimientos, conversaba con los ancianos como entre los amigos y leía los más profundos pensamientos de sus interlocutores, como si fuera su propia madre. Trataba con llaneza a los obreros, tomando de sus manos mugrientas; platicaba cordialmente con los campesinos, sentado al borde de las plantaciones; le gustaban las bromas, el humor y los cuentos sobre la vida. Si bien disfrutaba del gran respeto por parte del pueblo coreano y otros progresistas del mundo, jamás se permitió para él privilegios o tratos especiales, llevando siempre una vida modesta como muchos otros. De ahí que entre él y otros habitantes de todas las edades no hubo distanciamiento alguno y ellos lo siguieron con fervorosa veneración y lealtad.
    Nuestro Líder fue un santo magnánimo que se atraía a amplias masas. Acogía en su abarcador y generoso regazo a todos los que aman al país y la nación para darles protección, cuidado y confianza y hacer de ellos sus eternos acompañantes en la lucha por la Patria y el pueblo. Fue tan cordial, generoso y magnánimo que hasta aquellos que una vez habían cometido errores en detrimento de la nación llegaron a enaltecerlo como salvador de la vida y padre de la nación y pudieron consagrarse de lleno para el bien de la patria y el pueblo.
    Con su sublime generosidad cultivó asimismo profunda amistad con líderes de partido, jefes de Estado, numerosas personalidades de círculos políticos, sociales y académicos de todas las latitudes del mundo que abogaban por la independencia. Todos, incluyendo a los que profesaban distintas ideologías y criterios políticos, sentían ya en el primer encuentro una irresistible atracción hacia esa figura excelsa y terminaban por respetarla sinceramente. Era, indudablemente, quien más camaradas y amigos tenía en el mundo.
    Kim Il Sung fue realmente el gran líder de la revolución, padre afectuoso del pueblo y gran figura respetada por todos, que la humanidad no ha conocido jamás en toda su historia.

2

    El gran camarada Kim Il Sung es el eterno Líder de nuestro Partido y pueblo y Sol de Juche, quien preparó una inconmovible piedra angular para el victorioso avance y el cumplimiento de la causa revolucionaria de Juche.
    Creó la gran idea Juche que abrió la nueva era de la revolución jucheana y, aplicándola en la práctica, condujo victoriosamente la revolución social de varias etapas, proceso en el cual acumuló inmarcesibles méritos en todos los dominios de la revolución y su construcción.
    La idea Juche, creada y plasmada de modo brillante en la práctica revolucionaria, es el eterno estandarte de la victoria para nuestra revolución.
    Como doctrina revolucionaria que sistematiza integralmente la filosofía, la teoría de la revolución y la metodología de su dirección que se centran en el hombre, constituye una perfecta guía de la revolución que ilumina a las masas populares el camino de la independencia.
    Con su cosmovisión centrada en el hombre, lo convoca a crear la historia social y forjar su destino por vía independiente, consciente de que es dueño del mundo y de su destino.
    La teoría de la revolución y la metodología de su dirección, que ponen al centro a las masas populares, les enseñan las revolucionarias y científicas teorías, estrategias, tácticas y métodos, recursos que iluminan las vías para llevar a feliz término la revolución y su construcción y la causa de la independencia aun en medio de las difíciles y complejas circunstancias y condiciones.
    Por estas razones, la gran idea Juche deviene la ideología revolucionaria más justa, universal y de gran vitalidad, que cualquiera que aspira a la independencia puede aceptar y asimilar fácilmente. Lo prueban fehacientemente la gloriosa historia de nuestra revolución que ha venido alcanzando enorgullecedores triunfos bajo la bandera de la idea Juche y la actual realidad mundial en que bajo su influencia se alzan cada día más las voces a favor de la independencia.
    Juche es una doctrina revolucionaria enciclopédica que representa toda la historia de la causa de las masas populares por la independencia, la causa socialista, y una gran ideología que conduce a la humanidad hacia el futuro.
    Los sempiternos méritos revolucionarios que acumulara Kim Il Sung con su guía al triunfo de la lucha revolucionaria y la labor de la construcción bajo la bandera de Juche, sirven de un sólido cimiento que asegura el éxito de la causa socialista orientada por esta doctrina.
    El partido, poder y ejército revolucionarios constituyen las más poderosas armas políticas que propician el inicio, avance y triunfo de una empresa revolucionaria. La historia demuestra que el cómo construirlos y el cómo preparar política e ideológicamente al pueblo deciden el destino de la revolución y del socialismo.
    Por tener al Partido del Trabajo de Corea de carácter singular y revolucionario, el genuino Poder popular de la República y el indestructible Ejército Popular, fundados y consolidados por el gran Líder, así como un pueblo formado por este como poseedor de la más firme ideología y convicción, nuestra revolución avanza impetuosamente, al igual que en el siglo pasado, venciendo inimaginables dificultades y pruebas y creando una historia portentosa en todos los dominios de la construcción socialista. El Partido del Trabajo de Corea, al tiempo que asegura con firmeza la dirección del Líder sobre la revolución y su construcción, conduce al pueblo a cumplir con su responsabilidad y papel como protagonista de las mismas, en fiel acato a la orientación del Partido y del líder. En su calidad de cabeza de la gran familia encargado de su economía y vida, nuestro Poder popular defiende los derechos a la independencia y los intereses de las masas populares y dirige de manera unificada la construcción de una Patria próspera y poderosa y la mejora de la vida del pueblo. Como destacamento principal y pilar de nuestra revolución, el Ejército Popular, convertido hoy en poderosas fuerzas imbuidas del espíritu del monte Paektu, hace gala de su orgullo como protagonista de asombrosas hazañas y creador y divulgador de la cultura de Songun en los difíciles e importantes puestos de defensa del socialismo y de la construcción socialista.
    Consolidar más el Partido, Estado y Ejército del gran Líder y seguir exhibiendo plenamente la ilimitada fuerza espiritual y creatividad de nuestro pueblo, he aquí la firme garantía para defender fidedignamente a nuestro socialismo y lograr la prosperidad de la patria y la nación.
    El socialismo a nuestro estilo, máxima herencia que nos dejara Kim Il Sung con su gran amor a la patria, constituye el perpetuo cimiento para impulsar enérgicamente en la nueva centuria la construcción de un Estado socialista poderoso y próspero y culminar la causa socialista de Juche.
    Centrado en las masas populares, es un genuino sistema donde ellas son dueñas del Estado y la sociedad y todo les sirve, un régimen indestructible que se ha arraigado profundamente en ellas como parte de su vida y vivencia. A raíz del derrumbe del socialismo en varios países en el siglo pasado, la reacción imperialista presagió ruidosamente su “fin”, pero el socialismo coreano sigue en pie en medio de la más impetuosa vorágine política de alcance mundial y logra éxitos del siglo en todos sus sectores: político, militar, económico y cultural.
    Nuestro socialismo es inquebrantable porque el Líder, el Partido y las masas están compactamente unidos.
    Todo el Partido, Ejército y pueblo están unidos monolíticamente en torno al Líder con una misma idea, voluntad y obligación moral y toda la sociedad conforma una gran familia donde unos y otros se ayudan y guían como camaradas: tal es el distintivo esencial de nuestro socialismo y la fuente de su inagotable fuerza. Esta unidad certifica la estabilidad política y solidez de nuestro Estado y sociedad y es una gran fuerza motriz para defender la Patria socialista y acelerar vigorosamente la revolución y su construcción.
    El socialismo de nuestro país se caracteriza por la independencia que emana del elevado espíritu Juche y la nacionalidad.
    El espíritu jucheano es un atributo inherente del socialismo, en tanto que la independencia política y económica y la autodefensa militar le prometen a nuestro socialismo eterna victoria y prosperidad. La política independiente conduce la revolución y su construcción hacia la victoria por muy compleja que sea la situación, mediante la elaboración y consecuente materialización de la línea y política correspondientes al principio fundamental de la revolución y la demanda del pueblo por la independencia y sus intereses, así como permite manifestar la dignidad y la magnificencia del país mediante el ejercicio de la completa soberanía y derecho a la igualdad en las relaciones exteriores. La economía independiente y la cultura autóctona de la nación nos facilitan superar los más últimos adelantos con nuestras propias fuerzas, tecnologías y recursos, levantar la potencia científico-técnica del siglo XXI, la de la economía de conocimientos, y acoger una nueva era dorada de la cultura y el arte. La capacidad de autodefensa que tiene como núcleo al Ejército Popular respalda militarmente la construcción del Estado poderoso y próspero coadyuvando a defender cual baluarte inexpugnable a la Patria socialista de la invasión imperialista y garantiza la paz y seguridad en la Península Coreana y el resto de Asia.
    Mantener la nacionalidad, junto con el espíritu jucheano, en la revolución y su construcción constituye un principio fundamental para el cumplimiento de la causa socialista. Nuestro Líder fue el primero en combinar la causa socialista con la de la independencia nacional y hacer de la propia construcción socialista todo un proceso para el florecimiento de excelentes tradiciones y cultura nacionales. Nuestra Patria socialista es un genuino país del pueblo y de la independencia nacional que defiende a carta cabal la demanda y los intereses de las masas del pueblo trabajador, promueve las excelentes cualidades de la nación y se atiene firmemente a sus exigencias e intereses.
    Al solucionar de modo brillante el problema de la continuación de la causa revolucionaria, el Líder abrió una amplia perspectiva para proseguir victoriosamente la causa revolucionaria de Juche, siglo tras siglo y generación tras generación.
    Le prestó especial atención, considerándolo no como un simple asunto relacionado con la sucesión en el mandato de una nueva generación de la revolución sino como una labor encaminada a salvaguardar y perpetuar generación tras generación la ideología y la obra revolucionarias del líder, como una cuestión importante que decide el porvenir de la revolución.
    Y lo solucionó satisfactoriamente al dilucidar que el meollo es la sucesión en el liderazgo. Al mismo tiempo, prestó gran atención a mantener la pureza de las tradiciones revolucionarias y a preparar a los jóvenes como fidedignos continuadores de la revolución, alcanzando relevantes éxitos en su empeño. En virtud de su extraordinaria perspicacia y atinada dirección, se dieron vivos ejemplos de la continuidad de la causa revolucionaria.
    En la actualidad, nuestros oficiales y soldados del Ejército Popular, los habitantes y los jóvenes se esfuerzan con gran orgullo por levantar un Estado socialista poderoso y próspero y culminar la causa jucheana siguiendo el camino allanado a costa de la sangre por los precursores de la revolución, y están convencidos de que su futuro será aun más prometedor.
    El gran camarada Kim Il Sung se planteó la reunificación del país como la mayor empresa patriótica de la nación, consagró todo lo suyo por el desarrollo del movimiento de la reintegración y realizó valiosas hazañas en su empeño por materializar ese anhelo de la nación.
    Al presentar las tres Cartas para la reunificación de la Patria, preparó un sólido cimiento para que los coreanos del Norte, el Sur y en el extranjero, convertidos en poderosos sujetos de la empresa, acabaran unidos con la injerencia extranjera y anticiparan el día de la reunificación independiente. Gracias a esta valiosa herencia, hoy el movimiento avanza con ímpetu por el camino de la reintegración independiente pese a la crítica situación en que han llegado al extremo las maquinaciones de las fuerzas divisionistas de dentro y fuera del país.
    El gran camarada Kim Il Sung desarrolló dinámicas actividades exteriores e hizo un gran aporte a la verificación de la independencia en todo el mundo. Enarbolando la bandera de la independencia, la de la justicia internacional, trabajó de modo activo contra las maniobras hegemónicas de la reacción imperialista, para el desarrollo del movimiento socialista mundial y el triunfo de la causa antimperialista por la independencia, a favor de las relaciones internacionales independientes e imparciales y la paz y la seguridad en el mundo, acumulando en ese proceso imperecederas proezas.
    La historia prueba que el defender firmemente la ideología y los méritos del Líder nos promete el triunfante avance y exitoso cumplimiento de la causa de las masas populares por la independencia, la causa socialista de Juche.
    Kim Il Sung, creador de la ideología rectora de la época de la independencia y constructor de la eterna base para llevar a cabo la empresa de las masas populares por la independencia, la causa socialista, vivirá para siempre como gran Líder del pueblo y como Sol de Juche.

3

    Si el gran camarada Kim Il Sung vive para siempre como el Sol de Juche y la centenaria historia de la Corea de Juche brilla con su honorable nombre, se debe a que el camarada Kim Jong Il defendió y mantuvo resueltamente su ideología y causa y condujo sabiamente la lucha por su realización.
    Este fue el más íntimo camarada y fiel compañero de armas del Líder, quien lo enalteció con toda estima considerando como misión de toda la vida defender, mantener y hacer brillar su ideología y causa.
    El gran General definió sus ideas revolucionarias como kimilsungismo y planteó la transformación de toda la sociedad según la exigencia de esta doctrina como máximo programa de nuestro Partido y revolución, registrando así cambios trascendentales en la obra jucheana.
    Con sus dinámicas actividades ideo-teóricas profundizó, desarrolló y enriqueció sin cesar esa ideología de conformidad con el requisito del desarrollo de la época y la revolución, con lo cual la perfeccionó como doctrina sempiterna dotada de gran vitalidad y eterno vigor. Conduciendo sabiamente la lucha por transformar a toda la sociedad según la exigencia del kimilsungismo, convirtió a nuestro Partido y Ejército en los invencibles del camarada Kim Il Sung, cohesionó monolíticamente a las masas populares en torno al Partido y reforzó así extraordinariamente el poderío del sujeto de nuestra revolución. Al calor de la lucha librada bajo su guía para identificar a toda la sociedad con el kimilsungismo, comenzó el gran auge de prosperidad de la época del Partido del Trabajo en todos los dominios como el político, militar, económico y cultural.
    Al lograr brillantemente, por primera vez en la historia, la causa de la inmortalización del líder, el gran General coadyuvó a que nuestro Partido y pueblo enaltecieran al gran camarada Kim Il Sung como eterno Líder y perpetuaran su sagrada vida y hazañas revolucionarias. Partiendo de la demanda fundamental de nuestra revolución y su sublime deber moral, hizo enaltecer al camarada Kim Il Sung como eterno Líder de nuestro Partido y pueblo y eterno Presidente de la RPD de Corea y exhortó enérgicamente a todo el Partido, Ejército y pueblo al cumplimiento del legado del Líder paternal considerándolo como la plataforma del Partido. Gracias a su sublime lealtad, sentido de deber moral y gran abnegación, el Líder vive siempre entre nuestro pueblo y su historia revolucionaria sigue interminable su curso sobre esta tierra.
    Bajo la bandera de Songun y apoyándose en la poderosa arma, Kim Jong Il salvaguardó la dignidad y los supremos intereses de nuestra Patria y nación e hizo brillar a nuestro país de Juche, nuestra Patria socialista, como una indestructible potencia socialista.
    En la década 90 del siglo pasado cuando pasábamos por los momentos difíciles, propuso la política Songun como el principal método de la política socialista y con su fuerza no solamente defendió fidedignamente a nuestra Patria y socialismo, sino que también afianzó la posición del país como potencia político-ideológica y militar y dejó inaugurada la nueva época de la construcción de un Estado socialista, poderoso y próspero. Songun es una política invencible que, aun en medio del más agudo enfrentamiento con los reaccionarios imperialistas, asegura el victorioso avance de la causa socialista de Juche haciendo brillante realidad los ideales políticos socialistas del Líder sobre la independencia, democracia, unidad y virtud, así como una espada omnipotente que permite impulsar enérgicamente la lucha revolucionaria y la labor de construcción según el legado del Líder.
    El gran General, considerando el asunto militar como el más importante de los quehaceres estatales, consolidó a nuestro Ejército como indestructibles fuerzas revolucionarias y convirtió a nuestra Patria en una potencia militar autodefensiva a la que ninguna fuerza se atreva a agredir. Al tenerlo como destacamento principal de la revolución que sostiene antes que nadie la dirección del Partido, realizó su completa identificación con el Partido y, mediante el logro de su gran unidad con el pueblo, echó un sólido cimiento de nuestra sociedad.
    Continuando sin un momento de descanso sus intensos viajes de trabajo en aras de la prosperidad de la Patria y la felicidad del pueblo, hizo enardecer por todo el país la llamarada del nuevo auge revolucionario. En virtud de su incansable y vigorosa dirección, se ha realizado en un alto nivel el asentamiento de la economía nacional sobre una base autóctona, moderna y científica, creado condiciones favorables a un gran salto en el mejoramiento de la vida del pueblo y abierto una nueva época de florecimiento en la construcción de la cultura socialista.
    Su política Songun trajo el milagro del siglo de que, en medio del recrudecimiento de la situación debido a las cada día más intensas maquinaciones de los imperialistas y otros reaccionarios de toda laya encaminadas a aislar y estrangular a nuestra República, un país no grande como el nuestro defendiera firmemente el socialismo, exhibiera su dignidad y temple como potencia política y militar e imprimiera nuevos saltos hacia la meta de la potencia económica de nuestro estilo.
    En acato al legado del Líder y con su dinámica dirección, el gran General dejó abierta la época de la reunificación basada en la Declaración Conjunta Norte-Sur del 15 de junio y una nueva coyuntura a favor del desarrollo de las relaciones exteriores.
    Gracias a su inigualable clarividencia, destacada capacidad como conductor, voluntad de acero y esfuerzos sobrehumanos, nuestra Patria socialista, la Corea de Songun, ha llegado a esparcir sus rayos sobre la Tierra con el honorable nombre del Líder, en tanto que nuestro pueblo, lleno del orgullo nacional, forja su destino con la frente elevada.
    En virtud de su mérito, el camarada Kim Il Sung vive para siempre como Sol de Juche en el corazón de nuestro pueblo y otros progresistas del mundo y la historia centenaria de la Corea de Juche despide mayor destello.
    Es la historia más sagrada y gloriosa que resplandece con los honorables nombres y los inmortales méritos revolucionarios de los camaradas Kim Il Sung y Kim Jong Il, grandes Líderes de nuestro Partido y pueblo.
    Es la historia de la nación de Kim Il Sung y la Corea de Kim Jong Il cuya revolución ha recorrido desde su inicio en el monte Paektu hasta la fecha un trayecto glorioso y victorioso, y este es precisamente el camino de triunfos consecutivos y de la prosperidad de la Patria que hemos de seguir sin tregua hasta la victoria final.
    Enaltecer por toda la eternidad a los grandes camaradas Kim Il Sung y Kim Jong Il y proseguir generación tras generación la causa revolucionaria de Juche que nos han dejado como herencia, es el deber revolucionario y la noble obligación moral de nuestro Partido y pueblo.
    Por mucho tiempo que pase y por muy duras que sean las pruebas que nos esperan, debemos cumplir con la misión y el deber moral como descendientes de Kim Il Sung y soldados y discípulos de Kim Jong Il, siguiendo invariablemente el camino de la independencia, de Songun y del socialismo, camino que ellos habían recorrido en toda su vida.
    Guardando en lo hondo del corazón la inalterable convicción de que ellos viven siempre en nosotros, hemos de defender resueltamente sus ideas y méritos y perpetuarlos.
    Considerando el kimilsungismo-kimjongilismo como única ideología rectora y eterna directriz de la revolución, tenemos que atenernos a sus requisitos para impulsar la lucha revolucionaria y la labor de construcción.
    Es de nuestra incumbencia fortalecer sin cesar a nuestro Partido, Estado y Ejército como los de los camaradas Kim Il Sung y Kim Jong Il. Hace falta acatar al pie de la letra sus ideas y méritos en la construcción del Partido, del Estado y de las fuerzas armadas revolucionarias y realizar esta labor estrictamente a la manera de los dos Líderes.
    Es preciso que en todas las ramas y unidades visitadas por ellos conserven intactas sus huellas de orientación y cumplan cabalmente sus legados, haciendo realidad su propósito y deseo.
    Es necesario emprender una ofensiva general bajo la dirección del Partido y lograr nuevas victorias en la construcción de un Estado socialista poderoso y próspero.
    Hemos de ostentar la magnificencia de nuestra potencia político-ideológica, salvaguardando firmemente y consolidando la unidad monolítica del Partido y de las filas revolucionarias, así como reforzar más al Ejército Popular y acerar la capacidad de defensa del país.
    Todas las ramas y unidades de la economía nacional registrarán un gran y nuevo ascenso en la producción y la construcción, en especial un viraje decisivo en el empeño por elevar el nivel de vida de la población, siguiendo la antorcha de Hamnam, la de la revolución industrial del nuevo siglo, encendida por el General.
    Al heredar las originales ideas del Líder y el General sobre la construcción cultural y sus hazañas en este aspecto, hemos de demostrar a plenitud la superioridad y la vitalidad de la cultura socialista de nuestro estilo.
    En el movimiento de la marcha general para la construcción de un Estado socialista poderoso y próspero, las organizaciones del Partido y de las agrupaciones de trabajadores y los órganos del Poder han de elevar decisivamente su papel, mientras que todos los cuadros cumplirán con su responsabilidad y misión como el personal de mando de la revolución.
    Llevando a vías de hecho el noble ideario y legado patriótico del Líder y el General, tenemos que realizar sin falta la causa histórica de la reunificación de la Patria y bajo los ideales de la independencia, la paz y la amistad, ampliar y desarrollar las relaciones exteriores y contribuir activamente a la causa de la independencia en todo el mundo.
    Nuestro Partido, Ejército y pueblo, fieles a la ideología y la causa de sus precursores, cumplirán cueste lo que cueste la causa revolucionaria de Juche, con la bandera del kimilsungismo-kimjongilismo en alto.
    Los grandes camaradas Kim Il Sung y Kim Jong Il viven siempre en nosotros.